Manuela Pedraza, mujer de la Independencia

Manuela Pedraza, mujer de la Independencia

Palabras de Cintia Oliverio, Docente del Departamento de Folklore

El Departamento de Folklore rinde homenaje, en el marco del mes de la Independencia, a Manuela Pedraza “La Tucumanesa”, heroína que luchó en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas de 1806.
Manuela Urtado y Pedraza, fue una de las mujeres que se destacaron en la defensa de la ciudad de Buenos Aires durante el conflicto bélico, sobresalió por sus convicciones en contra de las fuerzas imperiales británicas, sorprendiendo a los invasores por la fortaleza y el manejo del fusil. El General Liniers fue quién la distinguió por su valentía con el grado de Alférez. En tanto, el rey de España premió a esta gran heroína con el nombramiento de Subteniente de Infantería con sueldo, según Resolución Real del 24 de febrero de 1807; y el Cabildo, le reconoció el 25 de mayo de 1807 estos servicios nombrándola Soldado del Cuerpo de Artillería de la Unión.

A continuación, las palabras de Cintia Oliverio:
“Manuela Pedraza: heroína de las Invasiones Inglesas.
La vida de Manuela Pedraza transcurrió en un período crucial de la historia de nuestra joven Nación: las luchas por la liberación colonial. Esta joven Nación posee una historia milenaria, aunque nos la han contado plagada de ausencias, en masculino y jalonada sólo por las acciones heroicas de  algunos varones, donde el hombre es centro y eje, quienprotagoniza, a quien se asocian los hechos históricos importantes, no sólo en un sentido biológico, sino enmarcado dentro de un concepto cultural y de género. Es habitual leer en documentos que las mujeres luchaban con “virtudes sensibles”, mientras que los hombres tenían “profesionalismo militar”. A pesar de la existencia de estas fuentes, diversos mecanismos se han utilizado para negar, ocultar o deformar sistemáticamente el protagonismo femenino en el largo proceso revolucionario.

Por estos motivos “de Manuela Pedraza poco se sabe, ni siquiera sus fechas de nacimiento y muerte, pero sí que cayó en la miseria y arrendaba una modesta pieza y que, por falta de pago, le iniciaron, en dos oportunidades, juicio por desalojo. Alguien se acordó de otorgarle su nombre a una calle, pero la mayoría de los argentinos desconoce el episodio heroico del que fue protagonista” (Galasso, 2004: 138).

Disentimos con esta historia que encubre, por un lado, el papel subordinado y de discriminación del conjunto de las mujeres en la sociedad, y por otro que en los momentos clave no fueron una ni dos mujeres sino un colectivo de ellas las que participaron e hicieron posible los históricos cambios  ociales. Es imprescindible resituar a las mujeres, deslizarlas desde el lugar marginal al que fueron confinadas hacia el centro de la escena. No hay certezas sobre la fecha exacta y lugar de su nacimiento dentro del Tucumán de Manuela, así como los motivos de su traslado a Buenos Aires.  También se encuentran distintas menciones a su nombre completo y el de su esposo, lo que dificulta el rastreo de sus huellas en documentos y relatos de la época. Algunas versiones sostienen que Pedraza era parte de su apellido y otras que lo tomó de su esposo. Su nombre está registrado en el legajo de sala 9 26-7-4 perteneciente al Archivo General de la Nación en la parte de solicitudes, nombramientos, propuestas y aparece como URTADO y PEDRAZA. (Soto, 2019).

Las certezas sobre su vida se relacionan con la heroica participación en la defensa y reconquista de la ciudad de Buenos Aires durante la primera invasión inglesa en 1806. Las invasiones inglesas fueron el punto de partida de los hechos que vendrían después, una toma de conciencia de las propias posibilidades, que se convirtió en uno de los antecedentes más importantes de las jornadas de Mayo de 1810. El pueblo movilizado, hombres y mujeres de todos los sectores sociales y edades, se enfrentaron con éxito a una gran potencia extranjera bajo el lema “no a otro amo”. Armas y confianza en sus propias fuerzas pasaron a los sectores criollos ante la insuficiencia del aparato de dominio español para defender la ciudad. En esta ocasión las mujeres colaboraron utilizando todo tipo de estrategias contra los enemigos, dos de ellas obtuvieron grado militar, en el caso de Manuela por su participación directa en combate.

Sobre el episodio que la tuvo como protagonista hay variaciones respecto de la muerte o no de su esposo en combate y si lo que presentó a Liniers fue un fusil o un estandarte arrebatado al enemigo. Lo cierto es que cuando las tropas a su mando llegaron desde Tigre a los Corrales de Miserere –actualmente, Plaza Miserere o Plaza Once– para intimar al jefe inglés a que se rindiera la figura de Manuela llamó su atención. “Luego que acampé en las inmediaciones de la ciudad se agolparon las personas de menores conveniencias con municiones de boca para subsistencia de la tropa, caballos, monturas y carros para el bagaje: pidieron armas hasta los niños, se incorporaron al pequeño pie de ejército de Montevideo: se unieron a los miñones en las guerrillas de las calles dos días antes de la acción decisiva, y entraron a ella cargados con la artillería sin excepción de edades, acompañados de una mujer varonil con un denuedo superior a todo encarecimiento, y una alegría, presagio de la victoria que ganaron con su sangre. Aquella multitud de pueblo que se me agregó en el corto tránsito de los mataderos de Miserere al ventajoso punto del Retiro, ocupado con denuedo, me facilitó derrotar y amedrentar al enemigo, por el singular esfuerzo con que sacaron a campo limpio la artillería detenida y atollada en los albardones y pantanos. Se fue aumentando considerablemente, así en el acampamiento del Retiro, como en las calles de la ciudad. De modo que me vi rodeado en la plaza mayor de un cuerpo inmenso de guerreros, cuyas voces de avance, avance confundían casi el
estruendo de la artillería y llenaban de horror al enemigo.” (Santiago de Liniers en Corbellini, 1950: 162).

Si bien se suele mencionar fuera designado alférez, a partir de lo expresado por Bartolomé Mitre, el grado militar concedido a Manuela fue el de Subteniente de Infantería, según despacho del Rey Carlos IV de España firmado en el Palacio Real del Pardo, con fecha 24 de febrero de 1807: “por cuanto atendiendo al valor y distinguida acción de doña Manuela la tucumanesa, combatiendo al lado de su marido, en la Reconquista de Buenos Aires, he venido a concederle, el grado y sueldo de Subteniente de Infantería. Por tanto, mando a los Capitanes Generales. Gobernadores de las Armas y demás cabos, mayores y menores, oficiales y soldados de mis ejércitos, la guarden y hagan guardar las honras, gracias, preeminencias y exenciones, que por razón de dicho grado le tocan y deben ser guardadas, bien y cumplidamente” (Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires).

El viejo rol de madre y esposa sumisa ya no le satisfacía, los sucesos militares o políticos le daban ocasión de escapar del ámbito hogareño. Aprovechando estos momentos deauge revolucionario las mujeres no dejarán de participar en la escena pública del país, ganando terreno milímetro a milímetro.

En razón del grado militar Manuela tuvo el derecho de usar el uniforme y gozar del sueldo de subteniente, lo que disfrutó al menos hasta 1813. Seguramente participó en las acciones militares del año siguiente, pero su rastro se pierde en esos años. Como muchas de las que participaron  activamente y pudieron sobrevivir la revolución lo hizo en el mayor anonimato, olvidado su efímero reconocimiento y murió en la más absoluta pobreza. Los últimos registros sobre ella son dos juicios de Juzgado de Paz en los que dueños de casas de inquilinato la expulsaban de su cuarto por no pagar a tiempo el alquiler.

Mujeres como Manuela jugaron roles cruciales en cada uno de los procesos socio-políticos de nuestra historia. Sus aportes a las luchas de la independencia no tuvieron como resultado mejoramientos sustantivos en su condición y, más aún, apenas han sido registrados. Estas mujeres se perdieron en el recuerdo de la historia, a pesar de que a algunas les quedaban marcas de azotes y balas de las batallas en sus cuerpos. Su participación en este proceso revolucionario en muchos casos tendió a ser explicada como una continuidad del rol doméstico, aun cuando se integraron a la lucha trascendiendo el ámbito de la vida privada, irrumpiendo en la vida pública, forzando los límites de los cánones de su época que veía sus valientes acciones en el frente de batalla como “poco comunes para las de su sexo”. En otros casos, se las incorpora a la historia por medio de su masculinización, como refleja el poema de Manuel Pardo de Andrade “La reconquista de Buenos Aires” fechado alrededor de 1807.

“(...) ¿Oh quién la valentía pudiera describir, que en este día mostraron las espadas españolas, ¡Quien la constancia y varonil esfuerzo de la tucumanesa valerosa, (la amazona Manuela), sin asombro celebrar puede, si el arrojo mira con que maneja el relumbroso acero al lado del consorte! rinde y mata al inglés más valiente y obstinado presentando a Liniers en la campaña el fusil por trofeo de su hazaña? (...)”

Estas operaciones se enmarcan en una búsqueda deliberada de sacar a las mujeres del centro de las decisiones sociales, políticas y militares de cada época. Visibilizar su participación activa en las luchas de Independencia es fundamental para comprender, que enseñanzas y que cuestiones pendientes nos dejó el proceso revolucionario para las tareas de liberación nacional y social que seguimos teniendo por delante. 

Imagen: Caracterización de Manuela Pedraza realizada por la Lic. Celeste Gramajo.

Bibliografía citada
-Corbellini, Enrique: La Revolución de Mayo, Tomo I, Antecedentes, Buenos Aires, Editorial Lajouane, 1950.
-Galasso, Norberto: Los Malditos. Vol. II, Buenos Aires, Editorial Madres de Plaza de Mayo, 2004.
-Soto, Helga Mariel: “Mujeres en pantalones: revolucionarias entre 1800 y 1830. En: Revista Dos Puntas Año X – Nº 20/2019 ISSN 1853-9297 Universidad Nacional De San Juan Facultad de Ciencias Sociales, ARGENTINA ,Universidad de La Serena Facultad de Ciencias Sociales y Económicas CHILE
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