El Departamento de Folklore celebra el Día Nacional del Folklore.
Todos los 22 de agosto se celebra en el mundo el Día Internacional del Folklore, desde 1960, como propuesta de la UNESCO, en conmemoración a la primera ocasión en que fue utilizado el término Folklore en el año 1846, que, con el paso del tiempo, quedaría vigente hasta la actualidad.
A continuación, se comparten las palabras de Ricardo Cuyul Dieu, docente del Departamento de Folklore:
La palabra Folklore es polisémica e incluso la perspectiva significante varía según el posicionamiento epistemológico de las/os y les académiques. Sin embargo, es una palabra que nos atraviesa desde la infancia, en cualquier parte del territorio argentino, ya sea porque representa a la patria o por su asociación a tiempos pasados que resuenan en el espíritu de algunas personas. Lo cierto es que, durante el desarrollo de la ciencia, se pusieron a consideración las significaciones del término y se delimitó su objeto de estudio.
La construcción de la ciencia del folklore posee sus antecedentes en los anticuarios ingleses, los filólogos alemanes y los recolectores de las “antigüedades” de todos los órdenes. Entre 1806-1808 fueron Von Arnim y Brentano quienes emplearon el término Volkskunde para aplicar al conocimiento y a los estudios de la disciplina en formación. Sin embargo, tuvo mayor filiación y reconocimiento el término acuñado por el anticuario inglés William J. Thoms quien envió una epístola a la revista Athenaeum, que fuera publicada el 22 de agosto de 1846 con el seudónimo de Ambrose Merton. Thoms. En la mencionada epístola acuñó el término Folklore para encuadrar lo que él designó como “Los saberes tradicionales del Pueblo”.
Cuando pensamos en folklore enseguida aparecen otros conceptos como pueblo, identidad y tradición, pero ¿cómo se construyen esos conceptos? y ¿desde qué perspectivas del pensamiento han sido construidos esos imaginarios, en Argentina en el devenir de la ciencia?
Es indiscutible el rol de importancia que se le otorgó a la denominada generación del 80 ́ que, desde los estrados académicos, apoyados en el positivismo de la época, construyeron discursos de poder. Sin embargo, fueron los hombres del 80’, o al menos algunos, quienes contribuyeron al avance en los estudios del folklore en Argentina.
La época estuvo signada por la concentración de poder en Buenos Aires como punto neurálgico de progreso: construcción de identidad nacional; el mito gaucho; la segregación de inmigrantes; el robo de tierras a los pueblos indígenas; la consolidación de un Estado blanco, católico, paternalista, conservador, dependiente económicamente de los países centrales y nacionalista a ultranza. Basta con recorrer la correspondencia entre Bartolomé Mitre y Domingo F. Sarmiento entre 1846 y 1868: “Los guachos hablan de venir a arreglar San Juan. Faltábanme unos cartuchos y usted me los ha mandado. No se la ha llevar peluda” 1o la apertura de las sesiones del Congreso Nacional de la República Argentina (1874), o los manuales del ciudadano y la obra titulada Instrucción del Estanciero (1891) de José Hernández para dar cuenta del pensamiento bajo el cual fue construido y consolidado el Estado argentino.
Estos documentos históricos dejan entrever cómo sistemáticamente las clases dirigentes y terratenientes, con los medios de comunicación, el sistema de instrucción pública y la maquinaria bélica estatal, lograron instaurar un pensamiento que servía para fomentar el odio por el indio y por el gaucho, y además facilitaba introducir, en la voz de las clases vapuleadas, el discurso que los expulsaba y oprimía.
De esta manera construyeron y posicionaron en el imaginario social a Buenos Aires como centro difusor de cultura y progreso. Una Buenos Aires cosmopolita y reflejo de Europa, lo cual facilitó los procesos de creación de diferencias para luego, por negación, consolidar la homogeneidad en el pensamiento y así fundamentar el accionar bélico y represivo sobre los malones y los gauchos rebeldes.
Todo este andamiaje erigido y acompañado por la producción de conocimiento generaba y alimentaba la negación de los modos de existir, del estar-siendo 2 , de los propios sectores subalternos.
Es en este contexto de persecución política a una clase considerada por las elites de la época como “vagos y malentretenidos”, que representaba el atraso del naciente Estado y de la Patria, en la que no necesitábamos “salvajes” y “vulgares” sino un “ciudadano de bien” que, al parecer, era imprescindible para ser lo más genuinamente europeos y de esta forma buscar aceptación y entrar al mundo. Así Ambrosetti, Lafone Quevedo y Adán Quiroga, estudiaron, produjeron y publicaron algunas de las obras que se consideran la piedra fundacional de la disciplina del Folklore en Argentina.
Juan Bautista Ambrosetti (1865-1917) suele ser mencionado como el padre del Folklore en Argentina, por sus aportes al estudio de las costumbres y los sistemas de creencias en la Región Misionera, los Valles Calchaquíes y Las Pampas, en sus obras Leyendas y Supersticiones (publicada en el año 1917) y Materiales para el estudio del folclore (publicada en 1893). No obstante fue Samuel Alejandro Lafone Quevedo quien, entre 1883 y 1885, publicó cartas sobre las costumbres de los hombres de Catamarca en el Diario La Nación (fundado y presidido por el General Bartolomé Mitre), que luego serían publicadas en su obra Londres y Catamarca en 1885, siendo, en el prólogo en donde el autor nombra por primera vez el vocablo Folk-lore.
El 22 de agosto también es el aniversario del natalicio de Juan B. Ambrosetti, pero no podemos dejar de nombrar a varones y mujeres que han contribuido a nuestra ciencia en Argentina, como por ejemplo, el Dr. Augusto Raúl Cortazar, Rubén Pérez Bugallo, Ricardo Rojas, Orestes Di Lullo, Bernardo Canal Feijoo, Juan Alfonzo Carrizo, Alberto Rougés, Bruno Jacovella, Antonio Barceló, Berta Elena Vidal de Battini, Susana Chertudi, Olga Fernández Latour de Botas, Carlos Vega, Alicia Quereilhac de Kussrow, Félix Coluccio, Manuel Gómez Carrillo, Martha Blache, Isabel Aretz , Rodolfo Kusch, entre otros.
Nuestro presente sin dudas es otro, cuando pensamos en folklore:
Ahora pensamos en ese pueblo que en nuestramérica no es una unidad homogénea, sino una unidad mayor de acción política conformada por diversas identidades. El pueblo no es una unidad abstracta; el pueblo somos seres humanos con sus historicidades en búsqueda de las utopías para construir un presente que nos permita desarrollar plena y efectivamente nuestros derechos sociales, culturales, políticos, económicos e identitarios;
Pensamos en prácticas cotidianas y artísticas e incluso en sus posibles resortes de acción política;
Pensamos en lo colectivo, pero no como una simple característica sino como una decisión;
Pensamos en lo popular, como ese devenir constante y en plena transformación e incluso, por momentos, contradictoria;
Pensamos en lo hegemónico y lo contrahegemónico, porque sin dudas, en el folklore también hay hegemonía; no todo es resistencia;
Pensamos en territorio, porque tenemos inscripto en el cuerpo y en nuestras producciones un territorio que se manifiesta constantemente.
El territorio es ese espacio donde habita nuestra ancestralidad, donde gravita la memoria, donde se significan las identidades, desde y donde el folklore se construye y se deconstruye. El cuerpo es incluso territorio desde donde expresamos diversas identidades, desde donde dialogamos con otros/otras y con el universo de significaciones que otorgamos a los hechos que desarrollamos, en los proyectos de existencia, individuales y colectivos;
El folklore ha sido sustancialmente colonizado y ha servido a la colonización del pensamiento. Por todo esto, es importante que este 22 de agosto sea otra oportunidad para repensarnos y pensar el folklore en clave descolonial."
Referencias bibliográficas
A continuación, se comparten las palabras de Ricardo Cuyul Dieu, docente del Departamento de Folklore:
“22 de agosto: Otra oportunidad para repensarnos y mirarnos en clave descolonial.
La palabra Folklore es polisémica e incluso la perspectiva significante varía según el posicionamiento epistemológico de las/os y les académiques. Sin embargo, es una palabra que nos atraviesa desde la infancia, en cualquier parte del territorio argentino, ya sea porque representa a la patria o por su asociación a tiempos pasados que resuenan en el espíritu de algunas personas. Lo cierto es que, durante el desarrollo de la ciencia, se pusieron a consideración las significaciones del término y se delimitó su objeto de estudio.
La construcción de la ciencia del folklore posee sus antecedentes en los anticuarios ingleses, los filólogos alemanes y los recolectores de las “antigüedades” de todos los órdenes. Entre 1806-1808 fueron Von Arnim y Brentano quienes emplearon el término Volkskunde para aplicar al conocimiento y a los estudios de la disciplina en formación. Sin embargo, tuvo mayor filiación y reconocimiento el término acuñado por el anticuario inglés William J. Thoms quien envió una epístola a la revista Athenaeum, que fuera publicada el 22 de agosto de 1846 con el seudónimo de Ambrose Merton. Thoms. En la mencionada epístola acuñó el término Folklore para encuadrar lo que él designó como “Los saberes tradicionales del Pueblo”.
Cuando pensamos en folklore enseguida aparecen otros conceptos como pueblo, identidad y tradición, pero ¿cómo se construyen esos conceptos? y ¿desde qué perspectivas del pensamiento han sido construidos esos imaginarios, en Argentina en el devenir de la ciencia?
Es indiscutible el rol de importancia que se le otorgó a la denominada generación del 80 ́ que, desde los estrados académicos, apoyados en el positivismo de la época, construyeron discursos de poder. Sin embargo, fueron los hombres del 80’, o al menos algunos, quienes contribuyeron al avance en los estudios del folklore en Argentina.
La época estuvo signada por la concentración de poder en Buenos Aires como punto neurálgico de progreso: construcción de identidad nacional; el mito gaucho; la segregación de inmigrantes; el robo de tierras a los pueblos indígenas; la consolidación de un Estado blanco, católico, paternalista, conservador, dependiente económicamente de los países centrales y nacionalista a ultranza. Basta con recorrer la correspondencia entre Bartolomé Mitre y Domingo F. Sarmiento entre 1846 y 1868: “Los guachos hablan de venir a arreglar San Juan. Faltábanme unos cartuchos y usted me los ha mandado. No se la ha llevar peluda” 1o la apertura de las sesiones del Congreso Nacional de la República Argentina (1874), o los manuales del ciudadano y la obra titulada Instrucción del Estanciero (1891) de José Hernández para dar cuenta del pensamiento bajo el cual fue construido y consolidado el Estado argentino.
Estos documentos históricos dejan entrever cómo sistemáticamente las clases dirigentes y terratenientes, con los medios de comunicación, el sistema de instrucción pública y la maquinaria bélica estatal, lograron instaurar un pensamiento que servía para fomentar el odio por el indio y por el gaucho, y además facilitaba introducir, en la voz de las clases vapuleadas, el discurso que los expulsaba y oprimía.
De esta manera construyeron y posicionaron en el imaginario social a Buenos Aires como centro difusor de cultura y progreso. Una Buenos Aires cosmopolita y reflejo de Europa, lo cual facilitó los procesos de creación de diferencias para luego, por negación, consolidar la homogeneidad en el pensamiento y así fundamentar el accionar bélico y represivo sobre los malones y los gauchos rebeldes.
Todo este andamiaje erigido y acompañado por la producción de conocimiento generaba y alimentaba la negación de los modos de existir, del estar-siendo 2 , de los propios sectores subalternos.
Es en este contexto de persecución política a una clase considerada por las elites de la época como “vagos y malentretenidos”, que representaba el atraso del naciente Estado y de la Patria, en la que no necesitábamos “salvajes” y “vulgares” sino un “ciudadano de bien” que, al parecer, era imprescindible para ser lo más genuinamente europeos y de esta forma buscar aceptación y entrar al mundo. Así Ambrosetti, Lafone Quevedo y Adán Quiroga, estudiaron, produjeron y publicaron algunas de las obras que se consideran la piedra fundacional de la disciplina del Folklore en Argentina.
Juan Bautista Ambrosetti (1865-1917) suele ser mencionado como el padre del Folklore en Argentina, por sus aportes al estudio de las costumbres y los sistemas de creencias en la Región Misionera, los Valles Calchaquíes y Las Pampas, en sus obras Leyendas y Supersticiones (publicada en el año 1917) y Materiales para el estudio del folclore (publicada en 1893). No obstante fue Samuel Alejandro Lafone Quevedo quien, entre 1883 y 1885, publicó cartas sobre las costumbres de los hombres de Catamarca en el Diario La Nación (fundado y presidido por el General Bartolomé Mitre), que luego serían publicadas en su obra Londres y Catamarca en 1885, siendo, en el prólogo en donde el autor nombra por primera vez el vocablo Folk-lore.
El 22 de agosto también es el aniversario del natalicio de Juan B. Ambrosetti, pero no podemos dejar de nombrar a varones y mujeres que han contribuido a nuestra ciencia en Argentina, como por ejemplo, el Dr. Augusto Raúl Cortazar, Rubén Pérez Bugallo, Ricardo Rojas, Orestes Di Lullo, Bernardo Canal Feijoo, Juan Alfonzo Carrizo, Alberto Rougés, Bruno Jacovella, Antonio Barceló, Berta Elena Vidal de Battini, Susana Chertudi, Olga Fernández Latour de Botas, Carlos Vega, Alicia Quereilhac de Kussrow, Félix Coluccio, Manuel Gómez Carrillo, Martha Blache, Isabel Aretz , Rodolfo Kusch, entre otros.
Nuestro presente sin dudas es otro, cuando pensamos en folklore:
Ahora pensamos en ese pueblo que en nuestramérica no es una unidad homogénea, sino una unidad mayor de acción política conformada por diversas identidades. El pueblo no es una unidad abstracta; el pueblo somos seres humanos con sus historicidades en búsqueda de las utopías para construir un presente que nos permita desarrollar plena y efectivamente nuestros derechos sociales, culturales, políticos, económicos e identitarios;
Pensamos en prácticas cotidianas y artísticas e incluso en sus posibles resortes de acción política;
Pensamos en lo colectivo, pero no como una simple característica sino como una decisión;
Pensamos en lo popular, como ese devenir constante y en plena transformación e incluso, por momentos, contradictoria;
Pensamos en lo hegemónico y lo contrahegemónico, porque sin dudas, en el folklore también hay hegemonía; no todo es resistencia;
Pensamos en territorio, porque tenemos inscripto en el cuerpo y en nuestras producciones un territorio que se manifiesta constantemente.
El territorio es ese espacio donde habita nuestra ancestralidad, donde gravita la memoria, donde se significan las identidades, desde y donde el folklore se construye y se deconstruye. El cuerpo es incluso territorio desde donde expresamos diversas identidades, desde donde dialogamos con otros/otras y con el universo de significaciones que otorgamos a los hechos que desarrollamos, en los proyectos de existencia, individuales y colectivos;
El folklore ha sido sustancialmente colonizado y ha servido a la colonización del pensamiento. Por todo esto, es importante que este 22 de agosto sea otra oportunidad para repensarnos y pensar el folklore en clave descolonial."
Ricardo Cuyul Dieu
- Rosa, A. (1911). Sarmiento - Mitre Correspondencia 1846-1868. Edición digital del Proyecto Sarmiento basada en la de Buenos Aires, Imp. de Coni Hermanos. En: http://www.cervantesvirtual.com/obra/sarmiento-mitre-correspondencia/
- “Lo que se afirma en América va en sentido contrario a lo que se vive. Lo que se vive niega lo que se está afirmando. Me interesa al fin de cuentas lo habitual de jet y no todo lo otro. ¿Será esta una condición general del hombre? si así fuera el resentimiento adquiere un grado de justificación universal, porque significa querer cumplir la fórmula: primero estar, luego ser, y si eso no se cumple, como América, porque entre nosotros todo lo que somos es impuesto, entonces se justifica el resentimiento. Además el pueblo cumple la fórmula, pero nosotros estamos más expuestos a la imposición y resolvemos eso con el resentimiento para defender nuestro estar que los colonizadores niegan. Y somos resentidos porque defendemos lo que el otro niega. Pero no conoceríamos lo americano si no tomáramos en cuenta lo que se niega, y por eso no lo conoceríamos si no nos abrieramos filosóficamente a la negación.” En “La negación en el pensamiento popular” Rodolfo Kusch. 1a ed.- Buenos Aires: Las cuarenta, 2008.
Referencias bibliográficas
- Gramsci, A. (1967). Observaciones sobre Folklore. Literatura y vida nacional. Madrid, España.
- Kusch, R. (2008). La negación en el pensamiento popular. Buenos Aires, Argentina: Las cuarenta.
- Magrassi, E. G. y Rocca, Maria Manuel (1978-1991). Introducción al folklore. Redfield, Foster, Chertudi y otros. Buenos Aires, Argentina: Centro Editor de América Latina.
- Escobar, T. (2014). El mito del arte y el mito del pueblo: cuestiones sobre arte popular. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Ariel.
- Chumbita, H. (2017). Bosquejo de Historia Argentina. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Ediciones CICCUS.