Día del lunfardo

Palabras de Raimundo Rosales, Docente de la UNA

El Departamento de Folklore celebra el Día del Lunfardo.
Desde el año 2000, todos los 5 de septiembre se celebra en Buenos Aires el Día del Lunfardo, fecha que surgió por iniciativa del periodista Marcelo Héctor Oliveri, miembro de la “Academia Porteña del Lunfardo”, y conmemora el día de la publicación de “Lunfardía”, libro de José Gobello, cuya primera edición en 1953 impulsó su valorización y su interés lingüístico.

A continuación las palabras de Raimundo Rosales, profesor titular de la materia Tango y Literatura del Departamento de Folklore:

"El lunfardo, un absoluto arrabal

Percanta que me amuraste / en lo mejor de mi vida…', arrancaba en modo melancólico y rogón Mi noche triste, allá por el año 1917. El primer tango-canción llegaba esa tarde para fijar el tópico universal del lamento por el amor perdido, con una entrada triunfal a puro lunfardo. Así dicho, eso es más que una mujer que deja de amar al protagonista y se va de su vida, allí hay una percanta que lo amuró, nada menos. Y por si le quedaban dudas al respetable público, luego de un par de compases será anoticiado de un cotorro desarreglado y triste y de una catrera muy cabrera porque ya no ve a los otrora tortolitos revolcarse amorosamente para inundar de vida el bulín, ahora ya sin frasquitos ni moñitos. El sueño lírico de Orfeo o los cantos de amor de la legendaria poeta Enheduana, en porteñesa versión sainetera y rante, instalaba la obra iniciática del tango sentimental y le marcaba a los futuros bardos uno de los caminos por donde habría de transitar el nuevo género. Y no es que antes de Pascual Contursi -quien inmortalizó esos versos- no hubiera tangos con letra y mucho menos tangos escritos con el lunfardo en ciernes. Los hubo y no pocos. Ya el pionero Ángel Villoldo o sus contemporáneos Silverio Manco o el Viejo Gobbi lo incorporaban a discreción en sus composiciones. 'Y si se trata de alguna mina, / la meneguina me hago ligar', aleccionaban sin miedo a la cancelación Manco y Gobbi en El taita. O 'Las turras estriladoras / al manyarla se cabrean / y entre ellas se secretean / con maliciosa intención', decía Villoldo en Cuerpo de alambre, con empeñosos versos octosílabos.

En los lejanos inicios del género, en esa Buenos Aires en blanco y negro de los presidentes con galera y el diario Crítica, la influencia modernista del poeta Rubén Darío era una estocada difícil de esquivar y muchos autores de los primeros años del siglo pasado se poblaron de su influjo, ornamentado de cultismos y citas eruditas. Pebetas y chochamus repetían como un idílico mantra, por salones escolares o bares de suburbio, aquellos versos de la Sonatina que rezaban: 'La princesa está triste / ¿qué tendrá la princesa…', traducidos magistralmente por Celedonio Flores a 'La bacana está triste / ¿qué tendrá la bacana?'. La paródica versión de El Negro Cele remataba el poema dariano con una última estrofa de antología. Mientras el vate nicaragüense concluía el relato en prolijos versos alejandrinos, «Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-; / en caballo, con alas, hacia acá se encamina, / en el cinto la espada y en la mano el azor, / el feliz caballero que te adora sin verte, / y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, / a encenderte los labios con un beso de amor», el autor de Mano a mano por su parte, traducía en: '¡Vamos, vamos pelandra! –dice el coso que llega–, / esa cara de otaria que tenés no te pega, / levantate ligero y unos mangos pasá. / Está el patio en silencio, un rayito de luna / se ha colado en la pieza mientras la pelandruna / saca vento de un mueble y le dice, ¡Tomá!'.

Tal vez para demostrar a la gilería que habían leído más de cuatro libros y no sólo las solapas, muchos poetas lunfardos cultivaron las ríspidas aguas del soneto, poema de gran prestigio defendido durante centurias y que sobrevivió en el siglo XX como un desafío de ética y estética para vates y cantores. 'Todas las noches cae la gilada / a esta mugre con trampa y fulería / que tiene pretensión de pulpería / y te amasija a vino y empanada', escribió el recordado Daniel Giribaldi. Por su parte Enrique Otero Pizarro, que firmaba como Lope de Boedo, dejó el magnífico Dos ladrones, que musicalizara, cuándo no, don Edmundo Rivero: 'Hay tres cruces y tres crucificados / en la más alta, al diome, el Nazareno. / En la del wing lloraba el chorro bueno / mangándole el perdón de sus pecados'.

El lunfardo es algo vivo, que se nutre y se modifica continuamente, que toma palabras de los inmigrantes (bondi, quilombo), que deforma apellidos (¿tomamos un matienzo?) o practica la destreza del vesre, inviertiendo las sílabas (feca, yobaca) o a veces deformando ese método, en curiosa y alta inventiva (lompa). Y se mete en la cumbia villera ('mirá cómo está la vagancia… todos remamados', de Pablo Lescano) o en el rock ('No pibe', 'La marcha de la bronca', de Manal y Pedro y Pablo respectivamente) y en el rap ('ayer flasheé, no sé, tengo esta culpa que no se silencia', de Wos).

El tango actual tiene sus cultores, como el Tape Rubin: 'Si todo está de muerte y la yeca yutea / no vale tanto quemar crudo / si la monada ya se declaró en fisura / y el compañero en trip anarco…' o Patricia Malanca en su versión hecha canción de Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara: 'Su hombre negro me tanteaba los cueros / Y me apostó como si fuera nadie. / Mazo batió con un gaucho versero, / pasé de manos como carta de naipe'.

Como el argot en Francia, la giria en Brasil o el slang en Estados Unidos, nuestro lunfardo se arraiga como vocabulario de las clases populares y se gana su espacio por derecho propio, a veces a los codazos, otras mutando en heroica sobrevida, pero siempre de manera original y creativa. Los poetas de todas las épocas lo visitan y allí se produce otro milagro, el de la eternización en el broli, en el gotán o en los grafittis. Porque algunas cosas sólo se pueden decir con el lenguaje del sover de la yeca. O al menos de esa manera se clavan para siempre en el cuore, con esa mezcla de amor y de espanto, que es como se abrazan las cosas que se quieren de verdad. Y si no, que te lo cuente Julián Centeya, que él sí la sabía lunga: 'Única sola voz construida al margen del bobo, / en cuya argamasa está el latido zurdo de la miseria, / la nochera ración de carne alquilada, un pardo chamuchina de guitarra, / la exclusiva escenografía de un patio con movida luz que manda un candil mugriento. / Y un absoluto arrabal inventando un oeste de rosas.' "
Cerrar Esta web inserta cookies propias para facilitar tu navegación y de terceros derivadas de su uso en nuestra web, de medios sociales, así como para mejorar la usabilidad y temática de la misma con Google Analytics.
Los datos personales NO son consultados. Si continúas navegando consideramos que aceptas su uso.