25 de mayo

Evocación de la Revolución de la Independencia

Reflexiones sobre los acontecimientos ligados al 25 de mayo de 1810 por el Prof. Hugo Chumbita, docente y director del Instituto de Investigaciones en Folklore y Artes Populares del Departamento de Folklore “Alicia Kussrow”.
Con motivo de la celebración por el 25 de mayo, se comparte un discurso elaborado y leído en un acto realizado en 2017 en el Departamento de Folklore por el Prof. Hugo Cumbita, quien es docente y director del Instituto de Investigaciones en Folklore y Artes Populares “Alicia Kussrow”.

El documento ha sido actualizado, teniendo en cuenta el contexto actual. El Prof. Chumbita reflexiona sobre los acontecimientos y complejidades que se presentaron durante la gesta revolucionaria de 1810.

“En estas circunstancias extraordinarias, cuando la pandemia universal nos ha obligado a replantear nuestra misión educativa y toda la vida social del país, se hace más evidente que nunca que somos un pueblo y debemos actuar solidariamente en consecuencia. El 25 de Mayo es un símbolo de nuestra República y no podemos dejar de recordarlo. Porque la Revolución de la Independencia es un acontecimiento que nos une a todos, y todos compartimos una memoria en cada cumpleaños de la patria. Pero hay distintas interpretaciones de aquellos sucesos, y en particular se ha discutido y se discute el alcance, la profundidad de aquel proceso histórico, que en cierto modo no ha concluido.
Quisiera entonces defender la tesis, primero, de que fue efectivamente el comienzo de una revolución, y vamos a ver qué revolución. En segundo lugar, que fue una revolución nacional, lo cual también tiene importancia, porque hay revoluciones políticas, hay revoluciones de liberación, hay revoluciones de distinto tipo. Y, en tercer lugar, que fue una revolución popular, lo cual tiene enorme trascendencia para la vigencia actual de esa memoria y de ese proyecto.
Fue una revolución, es decir un cambio profundo y violento en la sociedad, para crear un nuevo Estado, una nueva legalidad, un nuevo pacto social. Esto no tuvo lugar de un día para otro, los acontecimientos de la semana de mayo fueron el principio, y luego hubo una década de guerra revolucionaria en la que se forjó la transformación irreversible del Estado colonial en un nuevo Estado, proyectado como una república de libertad e igualdad. Quiero insistir en el carácter revolucionario del 25 de Mayo, porque no faltan quienes sostienen, como recuerdo decía una señora directora del museo del Cabildo, que “no hubo ninguna Revolución”, sino que, de acuerdo al orden legal vigente en la colonia, una asamblea de vecinos decidió cambiar las autoridades. Aquel fue el hecho formal, pero detrás de esos acontecimientos, de esa asamblea aparentemente tan legal del 22 de mayo, estaban los chisperos, estaban las milicias de los criollos, estaban las armas de los patriotas que la condicionaron para emprender el proyecto independentista.
Y esto está en el “Plan de Operaciones” de Mariano Moreno, está en la cabeza del sector revolucionario de la Junta. Claro que no todos eran revolucionarios. Estaban los revolucionarios y estaban los reformistas. Y la Primera Junta, fíjense ustedes, estaba compuesta en una mitad por el partido jacobino, decidido a llevar hasta el fin la revolución de la independencia, y la otra mitad eran los reformistas, que querían reemplazar el gobierno de los amos españoles por sus hijos criollos, la nueva clase de descendientes de los privilegiados de la colonia.
Moreno, Castelli, Belgrano, y también lo podemos poner a Azcuénaga, eran revolucionarios en ese sentido, liberales revolucionarios. El liberalismo revolucionario del siglo XIX, que cambió la faz del mundo, no es lo mismo que el neoliberalismo o el liberalismo que padecemos hoy.
Saavedra era un patriota, pero un patriota reformista, un hombre de familia muy acomodada, de origen potosino, que tenía tierras, negocios, y pertenecía a cierta capa privilegiada que tenía miedo de una transformación social de fondo. Larrea y Matheu eran comerciantes de origen catalán; ustedes saben que los catalanes odian a los madrileños y castellanos, y por lo tanto simpatizaban con este movimiento para darle la patada a Fernando VII, pero no eran revolucionarios. Larrea incluso estuvo metido en negocios raros, y Matheu era un personaje interesante, aunque en determinado momento dio un paso atrás y se borró. Alberti era un cura, que apoyó a Mariano Moreno, pero se sintió inhibido de avalar las propuestas más drásticas, con las cuales Moreno quería quemar las naves de ese proceso, para que fuera realmente una revolución. Uno de los hechos más terribles de esa época, justificado dentro del plan, fue el fusilamiento de los contrarrevolucionarios que se levantaron en Córdoba contra la Primera Junta. Alberti se abstuvo de aprobarlo porque era sacerdote, y por cierto también le perdonaron la vida al obispo cordobés. En cuanto a Paso, era un liberal que simpatizaba con Moreno y Belgrano, pero más moderado, un hombre de orden que después tendió a una conciliación con los reformistas.
Me parece interesante recordar la imagen de estos nueve hombres, que merecen todo nuestro respeto porque fueron los fundadores del primer gobierno patrio. Pero hay que distinguir, una cosa era llevar la revolución a fondo y otra cosa era simplemente cambiar de gobierno. La revolución anticolonial, en todo el mundo, en la experiencia de la humanidad en los últimos siglos, es una revolución de liberación: esa fue nuestra revolución. Y una revolución de liberación nacional, porque se propuso crear una nación, un nuevo Estado nacional. Claro que hay distintas maneras de entender una nación: ¿qué es la nación, y qué tipo de nación?
El proyecto de 1810 a veces ha sido definido, incluso por algunas corrientes historiográficas progresistas, como proyección de la revolución liberal española, de modo que lo único que querían los criollos en América era una constitución liberal, es decir, lo mismo que demandaban los constitucionalistas españoles. Por eso hubo un diálogo que sostuvo San Martín, que venía de España simpatizando con los liberales, con los generales realistas que estaban al frente en Perú, en la última etapa de la guerra. Algunos dicen entonces que la revolución criolla no buscaba la independencia, sino que buscaba una constitución liberal contra el absolutismo monárquico. Sin embargo, en la correspondencia de Belgrano y Moreno, y en el “Plan de Operaciones”, que es el documento clave donde está condensado el pensamiento del grupo llamado jacobino, los revolucionarios más decididos de ese momento, allí está clarísimo el proyecto independentista y americanista, que abarcaba todo el continente sudamericano. Era una revolución nacional, de horizonte continental, americano, que es otro contenido que debemos rescatar.
Y fue una revolución popular, porque tuvo que movilizar al pueblo, a todos los sectores del pueblo, incluso a los que estaban inferiorizados bajo el sistema colonial, para poder hacerles la guerra a los godos, a los realistas. Tuvo que formar ejércitos de gauchos, indios, negros y mestizos, que eran las clases sometidas, que no tenían los derechos que se atribuían los peninsulares y sus hijos en la sociedad colonial. Esa fue la revolución social, ese fue el carácter popular de la revolución: liberar e igualar a todas las “castas”, como se llamaba a los que estaban en un escalón inferior, privados de derechos. Y no fue de un día para otro, pero a lo largo de la guerra de la independencia fueron logrando sus reivindicaciones. Los negros esclavos se liberaban después de prestar servicio militar en los ejércitos libertadores. Los indios pasaron a ser auxiliares en la guerra de la independencia y dejaron de ser tratados como menores de edad; tardaron mucho quizás, en alcanzar el respeto y la dignidad que merecían, pero contribuyeron también a la independencia. Y la gran masa social de los gauchos y los mestizos, esos jinetes que formaron la vanguardia de los ejércitos libertadores y consiguieron derrotar al imperio español, el imperio más poderoso del mundo en ese momento desde el punto de vista militar y territorial.
Fueron los sectores populares los que le dieron sentido y contenido a la Revolución de la Independencia. Claro que después hubo muchos vaivenes. El movimiento federal fue continuador de la lucha por los derechos de todos: “las vacas y la tierra para todos”, decían los montoneros federales; “naides más que naides” era su grito de guerra. Eso duró hasta Caseros, hasta Pavón, y entonces se produjo el reflujo de la revolución, con el proyecto neocolonialista de la “organización nacional”. Después vinieron otras luchas de la resistencia federal, y otros avances y retrocesos. Los radicales y los liberales hicieron la revolución del ‘90 contra el roquismo, y después siguieron las revoluciones radicales. Cuando llegaron a gobernar, los radicales terminaron desplazados por un golpe de estado. Pero después vinieron los peronistas, que también sufrieron una contrarrevolución. Y seguimos, dando pasos para adelante y pasos para atrás, en esta lucha donde todavía sigue pendiente el proyecto revolucionario, nacional y popular de la independencia, pero donde, entre avances y retrocesos, vamos dando pasos que creo son afirmaciones en ese camino de liberación.
Quizás ya no vamos a necesitar otra revolución violenta, como la de 1810 y la guerra independentista que le siguió, pero tenemos que levantar las mismas banderas de liberación nacional y de igualdad social, que fueron las consignas de Mayo. Que así sea, amén.”


El Prof. Chumbita será el docente del Seminario inicial “Claves de la Identidad Suramericana” para la nueva carrera del Departamento de Folklore, Licenciatura en Artes y Pensamiento Latinoamericano. El Decano Director agradece el aporte teórico y las reflexiones del Dr. Chumbita destinado a la comunidad educativa.
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